Luis Frade, de 21 años, nuevo fichaje del Barça de balonmano, tiene un chasis poderoso, 115 kgs de peso y 1,94 metros de estatura, pero semejante carrocería no le impide ser un jugador ágil además de fuerte, otra de las virtudes que le convierten en un pivote tan cotizado. Genética y trabajo al margen, él atribuye parte de esa habilidad a su afición al kárate: es cinturón negro.
“Desde niño siempre hice deporte y me gustaba jugar en la calle. Empecé con el kárate a los 5 años y siempre lo compaginé con otros deportes, fútbol, baloncesto, balonmano. No dejé el kárate hasta que empecé a entrenar con el equipo sénior de balonmano. En kárate no competí, pero no falté a ningún entrenamiento y me ha ayudado mucho para la movilidad como jugador de balonmano”, explica Luis, cuyo padre jugó a rugby en el Benfica y su madre también hizo baloncesto a cierto nivel.
“A balonmano empecé a jugar con 12 años, cuando fui a un campus en mi ciudad y me dijeron que podía ser bueno. Ya entonces tenía buen cuerpo, pesado seguro que era”, sonríe el portugués. “Empecé a subir en cadetes, juveniles y luego, cuando me fui al Sporting, ya pasé a otro nivel de intensidad para luchar por la Liga y competir en la Champions”, recuerda.
“Luis lo tiene todo, es muy bueno en todas las facetas del juego y va a sorprender a quien no le conozca. Tiene las cualidades para ser uno de los mejores pivotes del mundo y yo creo que va a ser una referencia en los próximos años. Además, es buen chaval, le gusta pasar tiempo con los compañeros, hacer cosas en grupo, bromear”, le alaba el ex azulgrana Carlos Ruesga, compañero suyo los dos últimos años en el Sporting.