El Camp Nou acogió el último partido de la temporada. Los jugadores del Barça llegaron en sus coches con mucha antelación y pese a que de nuevo se jugaba a puerta cerrada, la presencia de furgones policiales y de algunos seguidores del Nápoles sí indicaban que había partido en el Camp Nou, a diferencia de la Liga, cuando no parecía que hubiera fútbol en el estadio.
El choque empezó con susto de Mertens, que remató al palo, y con un dominio casi insultante del Nápoles. Pero el gran protagonista del partido, especialmente en la primera parte, no fue el juego sino el VAR.
La polémica llegó pronto. Ya en la primera acción del partido, la del remate el palo de Mertens, los jugadores italianos reclamaron manos de Gerard Piqué. Pocos minutos después, llegó el gol de Lenglet. El colegiado esperó la revisión del VAR, por un posible empujón del francés a su marcador, Demme. La falta parecía clara, pero el turco Cuneyt Çakir validó el gol tras escuchar lo que le chivó por el ‘pinganillo’ su compatriota Mete Kalkavan.
Messi anotó el segundo, a trompicones, rodeado de seis rivales y casi desde el suelo. Un golazo extraño, pero golazo. Y en los morros de Manolas, un jugador que sigue recordando su gol con la Roma que dejó a los azulgrana fuera de Europa hace dos temporadas. Lo de anoche no cura aquella herida, pero sí supuso una pequeña venganza. Sólo hay que ver con que rabia celebró Leo Messi el tanto.