El primer Clásico sin público llega en pleno enredo institucional en el Barça y deportivo en el Madrid. Jordi Alba y Sergio Ramos, recuperados, jugarán. Griezmann, la gran incógnita.
En 118 años de historia se han disputado 243 clásicos y es imposible encontrar dos iguales. Menos este, el primero sin público, paradigma de este fútbol silencioso pero prologado por un enorme ruido en las dos orillas. Hay borrasca deportiva en el Madrid tras dos derrotas relativamente sorpresa, porque el unocerismo previo y las horas extra de Courtois ya presagiaban algo así. Y hay borrasca institucional en el Barça, con un voto de censura anunciado, con un recorte salarial aún no pactado (al menos se conoció este viernes que club y jugadores se sentarán a la mesa) y con una entrevista a Piqué con respuestas más propias de un aspirante la presidencia que de un marcador de Benzema.
El partido se ve enriquecido, de salida, por el regreso de Sergio Ramos y Jordi Alba. Ramos ha jugado 46 partidos contra el Barça, 44 de ellos con la camiseta del Madrid, más que nadie. Así que, después de 16 años, conoce bien el paño. Nunca su equipo se había sentido tan huérfano con sus ausencias. Se lesionó ante el Cádiz y no jugó ante el Shakhtar por precaución para estar hoy, donde resulta imprescindible, moral y futbolísticamente. También es importante el retorno de Alba porque no hay confianza en su recambio (Junior Firpo) y Dest ha tenido que comerse el marrón de jugar a banda cambiada en los dos partidos en que faltó el catalán.